Los seres humanos, tenemos una necesidad de cultura innata. Nosotros mismos, somos el reflejo de la propia cultura en la que nos hemos ido desarrollando y donde hemos ido creciendo. Nos formamos y constituimos en base a nuestro entorno y nuestra sociedad.
Por tanto, podríamos entender la cultura como aquellas manifestaciones materiales, ideológicas y espirituales que representan a una persona o conjunto de personas y que las identifican como parte de un grupo o conjunto mayor de individuos. Resulta ser la herramienta mediante la que estamos llevando a cabo una transmisión de conocimiento.
La UNESCO, en la «Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales» de 1982 en México, contribuyó con la siguiente definición de cultura:
“…la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.”
La cultura es una creación del ser humano, que nos agrupa y al mismo tiempo nos hace diferentes los unos a los otros. Nuestras ideas, acaban siendo transformadas en cosas materiales, y es precisamente esa creación de objetos, la que representa nuestras tradiciones y cultura.
Karl Marx hacía una distinción entre hombre y animal de la siguiente forma: «Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, este paso se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material» (Karl Marx, 1846).
La cerámica, se convierte así en una de las herramientas más importantes del ser humano para dejar reflejo de sí mismo. Nos acompaña desde la prehistoria, desarrollándose en todas las diferentes culturas, formando parte de ellas y haciendo reflejo de las mismas, tanto como cerámica utilitaria, como cerámica creativa.
Los objetos de cerámica creados por artesanos y artistas, reencarnan esto mismo, convirtiéndose en fuentes concretas que simbolizan y expresan nuestra sociedad. Se trata de transformaciones de nuestra propia cultura que ayudan a dejar su huella y materializarla. Estos conjuntos de objetos podrían ser interpretados, pues vienen representando nuestra sociedad y nuestra cultura, y es lo que se denomina como “cultura material”.
En este sentido, es importante reflexionar sobre esa necesidad implícita en el ser humano, de creación material que es expresada a través de nuestra cultura. Además, las personas, acabamos poseyendo a los objetos de nuestra vida con un fuerte valor simbólico y emocional, vinculándolos con nuestras propias emociones y creando filias.
Por tanto, se nos presentan dos cuestiones, la necesidad del hombre por dejar su huella en el mundo a través de la creación de objetos materiales que son reflejo de nuestra propia cultura; y el sentimiento que proporcionamos a los objetos que forman parte de nuestra vida.
Paradójicamente, vivimos tan rodeados de objetos, que rara vez nos paramos a pensar en la presencia de los mismos, o la enorme influencia que estos tienen sobre nosotros. Solo lo hacemos en el momento en el que se produce algún cambio que hace que varíe la posición de cotidianidad de dicho objeto, y este cambia de plano. Pero, al hablar de “cultura material” de una sociedad, dicha categoría incluye todos los materiales, procedimientos y productos que circulan y legitiman prácticas y saberes de una sociedad (Ballart 1997). Por lo tanto, deberíamos diferenciar tres clases de objetos, por un lado el objeto artístico, el cual nos atañería en este caso, el objeto técnico y el objeto de uso.
“Estas tres clases de objetos expresan algunas de las principales actividades y capacidades de los individuos en sociedad: una capacidad creativa-contemplativa, una actividad transformadora y productiva, una capacidad cognitiva y relacional”. (PINEDA CRUZ, Edgar, PINEDA REPIZZO, Adryan Fabrizio, 2009: 71)
Por tanto, es necesario realizar ciertas distinciones, pues arte y técnica necesitarían una conceptualización diferente. Y los objetos artísticos desarrollados por los artistas, no deben ser considerados como una mera técnica o proceso de trabajo con un fin decorativo, sino como el resultado de la expresión de una inspiración, de una idea; que a su vez representa una época, un lugar y una cultura.